El sistema europeo de navegación por satélite Galileo se retrasará hasta 2020 por falta de fondos
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El sistema europeo de navegación por satélite Galileo se retrasará hasta 2020 por falta de fondos

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(infoespacial.com) Bruselas. La Comisión Europea ha anunciado que el sistema europeo de navegación por satélite Galileo retrasará su puesta en marcha hasta 2.020, debido a un sobrecoste de 1.900 millones de euros.

La fecha prevista para el inicio de las operaciones estaba fijada en 2.014, con un presupuesto estimado en 3.400 millones de euros, pero advierten desde Bruselas que en ese plazo sólo podrían lanzar 18 de los 30 satélites que componen la red, lo cual supondría convertir el sistema en un mero complemento del GPS estadounidense.

El desfase presupuestario detectado por Bruselas supera incluso las estimaciones realizadas el pasado otoño por los Estados miembros, que situaban los sobrecostes entre 1.500 y 1.700 millones de euros, según recoge Europa Press.

La Comisión admite que para garantizar la independencia del sistema, habría que invertir un 50% más de lo presupuestado. Parte de dicho sobrecoste se debe a la insistencia de Francia en usar sus lanzaderas Ariane para los satélites, en lugar de las más baratas rusas, alegando motivos de seguridad, según fuentes europeas.

Sin embargo, el presupuesto comunitario ha agotado sus reservas hasta 2.013 -de hecho, Bruselas ya ha tenido que recurrir a fondos agrícolas sobrantes para financiar Galileo- y los Estados miembros se niegan a aportar más dinero en el actual contexto de crisis económica. Esta falta de fondos es la causante de nuevos retrasos, ya que para obtener nueva financiación habrá que esperar al nuevo marco presupuestario de la UE para el periodo posterior a 2014.

Con este retraso, tanto Rusia como China adelantarán a la UE con sus respectivos sistemas de navegación, Glonass y Compass, que está previsto que se completen en los próximos años.

La Comisión defiende el sistema

Aun así, el vicepresidente de la Comisión y responsable de Industria, Antonio Tajani, ha defendido el sistema Galileo, ya que “permitirá a Europa competir en el marcado internacional de tecnología espacial e imponerse como uno de los actores clave en un sector creciente, caracterizado por la internalización y la entrada de economías emergentes”. “Estamos satisfechos con los progresos realizados hasta ahora y comprometidos a llevar este proyecto a buen término. Queremos seguir adelante porque creemos en este proyecto", ha insistido.

El mercado global de aplicaciones de la navegación por satélite alcanzará los 240.000 millones de euros en 2020, según los cálculos de Bruselas. En la actualidad, se estima que el 6-7% del PIB de los países desarrollados (800.000 millones de euros en Europa) depende de la navegación por satélite.

Hasta ahora se han lanzado dos satélites experimentales y se está finalizando la construcción de los cuatro primeros satélites operativos, que despegarán entre 2.011 y 2.012. También están casi completados los centros de control de Fucino (Italia) y Oberpfaffenhofen (Alemania). Los cuatro primeros lotes de contratos de construcción del proyecto se adjudicaron en 2010 por 1.250 millones de euros. Los dos últimos, que cubren la infraestructura terrestre, se adjudicarán este año. En cuanto a España, obtuvo un centro de control que se situará en Madrid.

Críticas por mala gestión

El Tribunal de Cuentas de la UE ya denunció en 2009 que Galileo fue mal gestionado por la Comisión en su fase inicial, entre 2003 y 2006, lo que se tradujo en un retraso de cinco años y en una duplicación de los costes, que pasaron de 1.100 a 2.100 millones de euros.

Ha habido más críticas que han desatado dudas sobre el proyecto. Según declaraciones reveladas por Wikileaks, el director general del fabricante de satélites alemán OHB System, Berry Smutn, piensa que Galileo es “una idea estúpida, un despilfarro del dinero de los contribuyentes europeos”. Estos comentarios le han costado el puesto al directivo.

Este no es el primer contratiempo para el proyecto, que en 2.007 estuvo a punto de desaparecer por la deserción de algunos Estados miembros, que consideraron que se trataba de un contrato “demasiado arriesgado”.



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