El año de la ciencia espacial
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El año de la ciencia espacial

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El año 2016 ha sido muy importante para la ciencia espacial y para la Agencia Espacial Europea, en par­ticular. Tanto, que sus consecuencias todavía se van a dejar sentir en este 2017 en el que la agencia se prepara para tres importantes misiones, que despegarán en 2018. Una es BepiColombo, cuyo objetivo es estudiar Mercurio, el planeta más cercano al Sol; la segunda es el telescopio espacial James Webb, el sucesor en infrarrojo del Hubble, una misión en colaboración con la NASA que será la primera de la agencia estadounidense en ser lanza­da con un vector europeo desde la base de Kourou; y la tercera es Cheops, un satélite que se dedicará al estudio de planetas extrasolares.

En 2017 terminará también la misión LISA Pathfinder, uno de los grandes éxitos del año pasado. Es una misión más tecnológica que científica, dedicada a probar la tecnología necesaria para construir un observatorio espacial de ondas gravitacionales, y que ha tenido unas medidas impresionan­tes. Hemos conseguido detectores de variaciones de gravi­tación más precisos de los que habíamos pedido, incluso. Los requisitos que habíamos impuesto a LISA Pathfinder se han superado enormemente, con lo que hemos logrado un enorme avance para la posibilidad de observar ondas gravi­tacionales en el espacio. De esta manera se abrirá una nueva ventana al Universo, completamente distinta a la luz, que nos va a dar una visión, sobre todo, de cómo funciona el Universo primitivo y cómo se forma de objetos muy masivos.

LISA Pathfinder terminará su misión en este año 2017, en el que todavía nos acordamos de lo conseguido por el otro gran éxito de la ESA en 2016, la misión Rosetta. Es inevi­table sentir que es una pena que se haya acabado, pero le había llegado el momento. Ahora estamos trabajando en el análisis de los datos, ya que las misiones científicas no se terminan cuando el satélite finaliza sus operaciones.

En el caso de Rosetta, su particularidad era que no podía orbitar naturalmente alrededor del cometa 67P/Churyu­mov-Gerasimenko ya que no tiene masa suficiente. Por ello, tenía que estar maniobrando constantemente a su alrededor con sus impulsores. El paso por el perihelio con los cambios que provocó en el cometa, era como navegar con un barco en aguas turbulentas, y se consiguió salir adelante. Fue toda una aventura que se vivió casi en tiem­po real, y eso fue muy emocionante. Es inevitable terminar sintiendo cariño por una misión a la que se ha dedicado tanto tiempo y esfuerzo.

Pero Rosetta, como hemos comentado, no se ha acaba­do todavía. Ahora llega el momento del análisis de datos. Actualmente es cuando los científicos tienen el tiempo su­ficiente para elaborar todos los resultados y extraer la cien­cia de ellos, porque mientras el satélite estuvo observando el cometa, el trabajo de los científicos estaba dedicado a las operaciones de la misión, más que en analizar los da­tos. De hecho, hasta ahora sólo se ha extraído el 10% de las mediciones obtenidas por Rosetta.

Toda la ciencia que puede llegar a generarse con los datos obtenidos, es una de las incógnitas más emocionantes de este año.



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