Basura espacial, un desafío inmediato
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Basura espacial, un desafío inmediato

Desechos espaciales. Foto ESA
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La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha alertado de los peligros y los costos que conllevaría no actuar ante la alarmante proliferación de deshechos espaciales, como consecuencia del incremento en el número de satélites que orbitan alrededor de la Tierra.

En un informe publicado recientemente, la OCDE asegura que las colisiones en el espacio y, como consecuencia, la aparición de fragmentos y basura son cada vez más probables, lo que amenaza la presencia humana y tecnológica en el espacio.

El organismo también destaca que “las medidas de protección y mitigación de desechos espaciales ya son costosas para los operadores de satélites, pero los principales riesgos y costos se encuentran en el futuro, si la generación de desechos se descontrola y genera ciertas órbitas inutilizable para actividades humanas".

La OCDE sostiene que los costos de gestionar los residuos pueden suponer hasta un 10% del presupuesto total de una misión y, en órbitas terrestres bajas, podrían implicar cifras superiores.

Síndrome de Kessler

 

Sin embargo, la organización afirma que los costos de la inacción serían mucho mayores. En el estudio se establece que un elevado número de escombros podrían conducir al síndrome de Kessler, en el que se produciría un encadenamiento de colisiones autogeneradas: “un punto de inflexión ecológico que puede hacer que ciertas órbitas sean inutilizables”.

De esta manera, se podrían perder aplicaciones y funcionalidades clave, como servicios de internet, vigilancia del clima y pronóstico del tiempo. Incluso, se originarían mayores riesgos para los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS).

Asimismo, esto impactaría en la industria espacial al frenar el crecimiento económico y las inversiones en el sector.

A pesar de que existen medidas integrales de mitigación de desechos, tanto nacionales como internacionales, la OCDE afirma que “el cumplimiento es insuficiente para estabilizar el entorno orbital”.

Las pautas actuales para operadores que vuelan satélites en órbitas terrestres y geoestacionarias bajas incluyen, entre otras, evitar la generación intencional de escombros (incluidas las pruebas antisatélites), minimizar el potencial de explosiones accidentales, una regla de desorbita de 25 años para misiones en órbita terrestre baja, y enviar a los sistemas a una “órbita de cementerio” más alta al final de su vida útil.

Compromiso de la ESA

 

En su último Informe de Medio Ambiente de Escombros Espaciales, la Agencia Espacial Europea (ESA) asegura que la mayoría de los operadores de satélites en órbita geoestacionaria cumplen con estas pautas, pero menos del 60% de los que vuelan en órbita terrestre baja se adhieren, y solo el 20% en órbitas superiores a 650 km.

En este contexto, la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA protege las misiones en vuelo y garantiza un futuro sostenible para los vuelos espaciales. Además, monitorea y evalúa la probabilidad de posibles colisiones en órbita y guía a los operadores sobre cómo mantener seguras sus misiones.

Más aún, a través del Programa de Seguridad Espacial, la agencia europea está desarrollando tecnologías de "prevención automática de colisiones" que harán que el proceso para evitar colisiones sea más eficiente.

Recientemente, la ESA ha encargado una misión que eliminará un elemento de escombros de la órbita: el ClearSpace-1, la primera misión espacial en eliminar un elemento de escombros de la órbita, planeado para su lanzamiento en 2025.

De esta manera, se busca probar que es posible la remoción de escombros en órbita y establecerá un servicio comercial que también pueda abordar capturas más grandes y de múltiples objetos.

 

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