La realidad no es una película de cienciaficción
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La realidad no es una película de cienciaficción

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A la hora de escribir estas líneas aún no sabemos con precisión el lugar dónde han caído los restos del satélite UARS… pero han caído. Y este hecho sugiere algunas reflexiones a vuelapluma.

Para muchos responsables institucionales y técnicos será fácil decir que la caída del satélite ha sido un modelo de sensacionalismo periodístico; un ejemplo de alarmismo social generado por los medios. Pero el hecho cierto es que los restos han caído y que,  hasta el último momento, entidades a las que se otorga credibilidad científica han especulado con zonas geográficas muy variadas y separadas.

Muchas personas en el mundo, especialmente en esas zonas predichas, han pasado miedo. Una revisión de la prensa muestra como hubo angustia ayer en Chile. Igual que muestra como en otras regiones han respirado cuando han creído verse libres de la amenaza.

En Estados Unidos, país propietario y responsable del satélite, se ha pasado del interés casi “anecdótico” por el tema a la preocupación, cuando la NASA dejo ayer por la mañana de apostillar sus comunicados con un “en cualquier caso no caerá sobre Norteamérica”, para admitir que armagedón si podía venírseles encima.

Pero, seamos sinceros, los norteamericanos no han sido más egoístas que lo hemos sido cualquier otro país. Tampoco son la única nación que tiene satélites que se nos pueden caer encima. Estados Unidos es, ya se sabe, una sociedad un poco ingenua que simplemente cree que las cosas malas no les pueden pasar a ellos en su territorio nunca, excepto en las películas....

Acaso Estados Unidos si tenga la culpa de que su cine haya hecho creer a mucha gente que existen soluciones grandiosas ante cualquier amenaza. Si un asteroide va a machacar la Tierra, tranquilos porque habrá un equipo de “marines” espaciales que lo destruirá a tiempo con sofisticadísimas tecnologías ayudados por una guapísima científica…

Pero, en serio, si algo llama especialmente la atención en el caso UARS es que a pesar de los avances científicos y tecnológicos desarrollados por las agencias espaciales del mundo; a pesar de que podamos poner una sonda en Mercurio o en un asteroide; a pesar de nuestros conocimientos astronómicos; a pesar de todos los equipos disponibles; a pesar de los superordenadores que pueden calcular y combinar cantidades casi infinitas de datos, no podamos evitar que los restos de una nave caigan a la Tierra. Ni podamos calcular a qué hora y en qué lugar van a caer.

Las ciencias y las tecnologías han avanzado tanto como para decirnos que un cometa, un asteroide o una estación espacial pueden ser una amenaza para la Tierra, pero no han podido evitar la caída de unos cachitos de un viejo satélite. Es una realidad que, piénsese detenidamente por quienes trabajan en este sector, puede crear preocupación en la población. Puede, como consecuencia, convertir en más impopular al espacio.

Sabemos, sin embargo, que hoy en día el tema de la basura espacial tiene una importancia enorme para los especialistas del sector espacial.

Sabemos que los operadores y fabricantes de satélites son muy conscientes y responsables de que hay que tener en cuenta dentro del ciclo de una nave, como se desactivará y eliminará.

Sabemos que las instituciones y la industria de muchos países, entre ellos la Agencia Espacial Europea y varias compañías españolas, trabajan muy eficazmente en programas destinados precisamente al seguimiento, alerta temprana de amenaza y destrucción muy controlada de amenazas naturales y artificiales provenientes del espacio.

… pero la gente tiene miedo y cada vez mirará más al cielo.

Se ha perdido quizá, estos días atrás, la oportunidad  para algunos institutos, asociaciones y empresas (que valoran muchas veces que no se conoce bien su sector) de explicar divulgativamente lo que pasaba y lo que se hace para que en el futuro no pase. Pero nunca es tarde.

Laika

Post Data: Martes, 27 de septiembre

Hay un dicho en España -en alusión a un gran torero- que dice que "a toro pasado todos somos Manolete". Viene a significar que superado el peligro, todos fuimos muy valientes, todos supimos preverlo, todos dijimos lo que había que hacer, todos valoramos correctamente la situación, y todos estábamos allí... aunque resulta que  nadie nos vio en la plaza esa tarde.

Creen los técnicos, según las últimas noticias, que UARS debió caer en el Pacífico. Pero siguen sin parecer muy convencidos. Hasta alguien de la NASA ha llegado a decir en conferencia de prensa que "probablemente nunca sepamos de verdad dónde cayó". ¿Sorprendente?, ¿desconcertante?

A toro pasado, algunos especialistas han dado algunas explicaciones -cuya lectura es interesante- sobre la verdadera capacidad para predecir o no el momento y lugar de caída y valorar la justa dimensión de esta amenaza. Seguimos pensando que más habría valido que hablaran antes de la caída, para ayudar a evitar el alarmismo social. Rápida, no obstante, la reacción del blog español Eureka el domingo 25, con su artículo "Qué pasó con el UARS" (http://danielmarin.blogspot.com/2011/09/que-paso-con-el-uars.html). Lenta, como suele ser toda su política informativa, la Agencia Espacial Europea que hasta hoy no ha publicado "La reentrada del satélite UARS, seguida muy de cerca por expertos europeos" (http://www.esa.int/esaCP/SEMPKB6UXSG_Spain_0.html); un artículo, un tanto grandilocuente, donde se cuenta...a toro pasado, qué se hace para seguir y prevenir este tipo de accidentes y cómo ha participado la Agencia en el asunto UARS.

Esperemos que todos, empezando por la ESA que tiene una clara responsabilidad como entidad pública, comiencen ya a dar explicaciones completas, convincentes y con antelación para tranquilizar a la población y evitar alarmismos, sobre lo que se nos viene encima para, lo dice ya la prensa, dentro de un mes: el telescopio espacial alemán Rosat, inactivo desde 1999 y cayendo descontrolado.

Laika

 

 



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