Los molinos de la mente. La globalización moderna
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Los molinos de la mente. La globalización moderna

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Por Javier Correa / La Jornada / Aguascalientes.-

Hace 50 años comenzó la globalización moderna, cuando el 10 de Julio de 1962 fue lanzado desde Cape Canaveral (Cabo Cañaveral) en Florida, Estados Unidos, la primera misión espacial de lanzamiento de un satélite artificial, financiada con recursos privados a través de la NASA (National Aeronautics and Space Administration). Este primer satélite comercial fue el Telstar. Dos días después se lograría la primera transmisión trasatlántica de una señal de televisión, desde Andover Earth Station, en Maine, a la Pleumeur-Bodou Telecom Center, en Brittany, Francia.

Desarrollado y construido para la compañía AT&T, por la compañía Bell Telephone Laboratories, Telstar fue el primer satélite de comunicaciones y el primer satélite comercial en el espacio. Aunque es necesario decir que el honor de haber lanzado el primer satélite al espacio fue de los rusos con el Sputnik el 4 de octubre de 1957, al que  le siguió el lanzamiento del Sputnik II que fue el primer vuelo tripulado por un ser vivo, la ya famosa perrita Laika.

Además, fueron los rusos quienes pusieron al primer hombre en órbita, a Yuri Gagarin. La hazaña se realizó el 12 de abril de 1961 a bordo de la nave Vostok I y no fue superada por los americanos hasta el 20 de julio de 1969. Debemos recordar que era el apogeo de la Guerra Fría y la competencia entre la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y los Estados Unidos en el campo de la aeronáutica era fiera. Ambas potencias entendían el poder futuro que proporcionaría a sus países el control del mundo de la telecomunicación satelital, amén de que la conquista del espacio podría tener otros usos de carácter militar y estratégico. Grandes cantidades de dinero se destinaron a los respectivos programas estelares. La carrera por el dominio del espacio recién había dado comienzo.

Telstar demostró la factibilidad de transmitir información vía satélite, y ayudó a la mayor comprensión y conocimiento del efecto Van Allen y los cinturones de radiación que cubren a la Tierra. Estos cinturones de radiación que reciben el nombre de Van Allen, por su descubridor, no son otra cosa que el efecto del campo magnético de la Tierra donde se estrellan las particular provenientes del viento solar. Esto forma una suerte de cinturones radioactivos alrededor del planeta.

El Telstar fue equipado con lo último en tecnología, para intentar combatir el efecto radioactivo que se preveía sufriría en el espacio. Se le suministró una matriz de energía solar que se combinaba con un sistema de baterías de respaldo. Y además de ser un satélite de uso comercial, la NASA le añadió, otros instrumentos de medición de las condiciones atmosféricas a la que estaría sujeto. Mediante un contador Geiger y un altímetro se observaron dos picos de radiación a distintas alturas, confirmando la existencia de dos anillos de radiación rodeando la Tierra. Mismo equipo que llevó consigo el satélite Explorer I, cuya misión previa al Telstar fue encabezada por el mismo Van Allen.

En la misión del Explorer I se descubrió que los cinturones radioactivos que rodean la Tierra estaban constituidos por partículas de protones y de electrones que provienen del sol bajo la forma de viento solar. Las partículas son canalizadas a lo largo de las líneas del campo geomagnético y dado que éste aumenta cerca de los polos de la Tierra, las partículas se mueven de un lado a otro en recorridos helicoidales, entre los polos norte y sur de la Tierra. Aunque la operación del satélite Telstar fue de sólo unos pocos meses en la transmisión de señales televisivas, Telstar cautivo el interés y la imaginación del mundo. Las primeras imágenes que transmitió fueron las del entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy y las del cantante nacionalizado francés Yves Montand, junto con clips de eventos deportivos, imágenes de la bandera americana ondeando e incluso la visión del Monte Rushmore.

Telstar operó desde la órbita baja de la Tierra, rastreando las señales emitidas por las estaciones en Maine y en Francia. Cada estación en la Tierra tenía una larga antena de microondas que mandaba la señal al satélite, permitiéndole a este retransmitirla durante aproximadamente durante un periodo de media hora por cada órbita del satélite. Las señales emitidas desde el satélite Testar eran recibidas y amplificadas por un MASER (Microwave Amplification by Stimulated Emision of Radiation), que no es otra cosa que el predecesor del moderno laser.

Así, tras demostrarse la factibilidad de transmitir señales a través de los satélites espaciales, los subsecuentes satélites artificiales adoptaron una órbita mucho más alta, alrededor de unos 35 mil 500 kilómetros arriba de la Tierra. A esta altura, los satélites posteriores podían igualar la velocidad de rotación de la Tierra de manera que se situaban en una posición fija en el cielo. Obteniendo la ventaja de poder transmitir ininterrumpidamente durante todo el día, tal y como funcionan hoy.

Durante la vida útil del satélite, el Telstar produjo 400 transmisiones de televisión, de facsímiles, de telégrafos y de llamadas telefónicas, hasta noviembre de 1962, cuando los tableros electrónicos que contenía fallaron debido a la radiación de los cinturones de Van Allen.

Hoy, nuestra vida cotidiana está enmarcada en muchos aspectos por estos satélites artificiales, que nos proveen de telefonía celular, televisión satelital, Internet, imágenes del planeta entero, etc. A 50 años de haber comenzado la carrera espacial comercial, nuestra dependencia tecnológica de los satélites artificiales apostados en el espacio, es mayor de lo que podemos imaginar.

Fotografía: Wikimedia Commons



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