La Universidad mira al Espacio
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La Universidad mira al Espacio

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Los pasados 27 y 28 de noviembre se celebró en la Universidad de Zaragoza el VIII Congreso de Estudiantes Espaciales Españoles S3 (Spanish Space Students). La organización corrió a cargo del Laboratorio para Experimentación en Espacio y Microgravedad (LEEM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Este año la reunión anual volverá a Madrid. Todavía no tienen fecha definitiva para la convocatoria.

El S3 es una excelente idea para promover la vocación y las oportunidades de futuro entre los estudiantes universitarios especializados en Ingeniería del Espacio. Cuenta con el apoyo de la Agencia Espacial Europea (ESA), el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entre otras organizaciones. Que el congreso vaya a celebrar ya su novena edición y que en anteriores ocasiones haya sido acogido por universidades de Zaragoza, Las Palmas de Gran Canaria, Valencia y Sevilla demuestran el interés que despierta este campo tecnológico e innovador.

La educación superior española tiene un alto grado de especialización en el sector del espacio. Algunos ejemplos son la ya citada UPM, pero también despuntan la Universidad de Vigo, la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), la Universidad de Valencia (UV), la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), por citar algunas.

La UPM ostenta el título de veterana del grupo pues tiene en su haber el diseño, construcción y comprobación del UPMSat-1, el primer microsatélite universitario español lanzado con éxito en 1995 por un cohete Ariane. Pesaba 44 kilos. Su continuación lógica viene de la mano del UPMSat-2, un nanosatélite íntegramente diseñado, construido y operado por personal del Instituto Universitario de Microgravedad Ignacio Da Riva (IDR), y por profesores y alumnos de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio (ETSIAE).

El coste del proyecto ronda el millón de euros y el lanzamiento saldrá gratis, ya que el Centro para el Desarrollo Tecnológico e Industrial (CDTI), dependiente del Ministerio de Industria, ha facilitado la puesta en órbita del pequeño artefacto en el mismo cohete en el que saldrá el satélite español de observación de la Tierra Ingenio. El problema radica en que el Ingenio todavía no está terminado por problemas técnicos, pero ésa es otra historia.

El Instituto Universitario de Microgravedad Ignacio Da Riva participa desde 2011 en el instrumento NOMAD de la misión ExoMars, donde se ocupa del diseño térmico y estructural del mismo. El NOMAD es un espectrómetro de alta resolución para inspeccionar la atmósfera de Marte. El objetivo de ExoMars, que incluye un orbitador, un aterrizador y dos vehículos exploradores o rovers, pasa por encontrar vestigios de vida marciana, presente o pasada. La misión arrancará con el primer despegue en 2016. La Politécnica de Madrid se ocupa asimismo de uno de los instrumentos científicos de la misión Solar Orbiter de la ESA, prevista para el año 2017.

La Universidad de Vigo merece ocupar un lugar destacado en este ranking. Y por méritos propios, pues hasta el momento ha participado muy activamente en la creación de tres nanosatélites, el XaTcobeo (2012), el HumSat-D (2013) y el Serpens, que siguen los protocolos de fabricación de los cubesats. El Serpens ha sido puesto en órbita hace unos días en órbita desde la Estación Espacial Internacional (ISS).

La Comunidad Valenciana también ha apostado por la excelencia I+D+i en el marco universitario. Por eso mantiene dos centros de investigación de referencia en Europa. Se trata del Laboratorio Europeo de Alta Potencia en Radiofrecuencia y del Laboratorio Europeo de Materiales de Alta Potencia para Espacio. El primero se ubica en la Ciudad Politécnica de la Innovación, de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV); el segundo se encuentra en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería del campus de Burjassot de la Universidad de Valencia (UV). Ambas instalaciones conforman el llamado Consorcio Espacial Valenciano (VSC, por sus siglas en inglés) y son utilizadas por la ESA en sus ensayos gracias a un acuerdo de colaboración que está en vigor hasta 2020.

Otra iniciativa público-privada digna de reseña es el Centro de Aplicaciones Civiles de Microsatélites (CENSAT), que contará con expertos de la Universidad Politécnica de Cataluña y la Universidad de Barcelona. El proyecto abre las puertas a un nuevo mercado aeroespacial con muchas oportunidades de negocio para las empresas, ya que se prevé que en 2020 se pongan en órbita entre 120 y 180 pequeños satélites anuales.

Por su parte, el catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Eduardo Ahedo, el doctor en ingeniería aeronáutica y antiguo alumno de la ETSI Aeronáutica y del Espacio (ETSIAE), Mario Merino, y el estudiante de doctorado de la UPM, Jaume Navarro han desarrollado VECMAN, una idea innovadora, con potencialidad tecnológica y de posible aplicación en los motores de plasma existentes y en los de nueva generación. La patente de su sistema está ante la Oficina Española de Patentes y Marcas.

En definitiva, la universidad mira al espacio. Y mucho. Pero es preciso que las escuelas infantiles y primarias y los institutos de educación secundaria obligatoria y de bachillerato también lo hagan, pues son estos centros los verdaderos caladeros de los futuros ingenieros y expertos que acudirán a las facultades y a las escuelas técnicas. Se echan de menos más iniciativas educativas que pongan en valor la importancia del sector espacial y su rica industria asociada.

En nuestro país hay suficiente potencial y buena prueba de ello es que el grupo de chicos y chicas españoles llamado Kidnautas, con edades comprendidas entre los 11 y los 13 años, ha llegado a la final de un concurso de robótica espacial organizado por la ESA. Ese potencial necesita ser activado y canalizado en las aulas con el apoyo fundamental no sólo de los maestros y los profesores sino también de la Administración autonómica y central.



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