El fin de la Era Espacial
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El fin de la Era Espacial

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The Economist/ Reino Unido.-

El espacio interior es útil. El espacio exterior es historia.

The Economist/ Londres, Gran Bretaña.- ¿Cómo de grande es la Tierra? Cualquier enciclopedia le dará una respuesta: su diámetro ecuatorial es de 12.756 kilómetros o, para aquellos que prefieren verlo de otra forma, 7.926 millas. Ah, pero entonces ahí está la atmósfera. ¿Esto debería contar? Tal vez el verdadero diámetro del planeta está en realidad más cerca de 13.000 kilómetros, teniendo en cuenta todo ese aire. Pero incluso ésta puede no ser la medida adecuada. La Tierra alcanza más todavía. El vacío que la rodea está repleto de satélites artificiales, formando una especie de tecnosfera, más allá de la atmósfera. La mayoría de estos satélites circulan tan sólo a unos pocos cientos de kilómetros por encima de la superficie sólida del planeta. Muchos de ellos, sin embargo, forman un anillo como el de Saturno, a una distancia de 36.000 kilómetros, el lugar desde el cual un objeto tarda 24 horas en orbitar la Tierra y así planea continuamente alrededor del mismo punto del planeta.

Visto de esta forma, la Tierra es mucho más grande de lo que apuntan los libros de texto tradicionales. Y visto de esta forma, la Era Espacial ha sido un éxito rotundo. Las telecomunicaciones, las previsiones meteorológicas, la agricultura, la silvicultura e incluso la búsqueda de minerales han sufrido una revolución. También la guerra. Ningún poder es ya capaz de movilizar sus Fuerzas Armadas en secreto; podemos conocer la localización exacta de cada edificio del planeta. Y los satélites basados en sistemas de posicionamiento global guiarán una bomba inteligente a la ubicación demandada.

Sin embargo, nada de esto sobre la Era Espacial fue previsto por los entusiasmados “cadetes espaciales” que pusieron todo este sistema en marcha. Aunque ingenieros como Wernher Von Braun –quien construyó los cohetes para el proyecto V2 de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, así como el programa americano Apolodurante la Guerra Fría- vendieron sus almas a las instituciones militares, con el fin de hacer realidad sus sueños de viajar al espacio a través del único medio disponible en esa época; la mayoría de ellos tenían sus ojos puestos en un objetivo mayor. “Los Primeros Hombres en una órbita Geoestacionaria” no tuvo la misma repercusión que “Los Primeros Hombres en la Luna”, libros que Von Braun escribió en 1958. La visión que se vendía en los años 50 y 60, cuando despegaron los primeros cohetes espaciales, era de aventura y exploración. Tanto el proyecto espacial estadounidense como su homólogo soviético se integraron a la perfección dentro de la fantasía de “la Guerra de las Galaxias” y “2001: Odisea en el Espacio”. Otros planetas pueden –o no- haber sido habitados por alienígenas, pero éstos, así como otras estrellas, estaban ahí para conquistarlos. Que dicha conquista se iniciaría en el transcurso de la vida de las personas que vivían entonces, se asumió como una gran verdad.

Pero esto ya no es así. Es bastante posible que 36.000 kilómetros sea el límite de la ambición humana. Es igualmente concebible que la fantasía-hecha-realidad sobre los vuelos espaciales tripulados se vuelva fantasía de nuevo. Es probable que la Era Espacial se haya terminado.

Bye-bye, Ciencia Ficción

Hoy en día los “cadetes espaciales” se opondrán, sin duda, a esa demanda rotundamente. Apuntarán, en particular, hacia las empresas privadas de personas como Elon Musk en Estados Unidos y Sir Richard Branson en el Reino Unido, quienes esperan hacer viable la comercialización  de vuelos espaciales tripulados. De hecho, estas compañías pueden lograr justamente eso. Pero el mercado parece pequeño y vulnerable. Por una parte, el turismo espacial es un servicio de lujo y es, en cualquier caso, poco probable que vaya más allá de la órbita terrestre baja, en el mejor de los casos (incluso el coste de llegar hasta la Luna podría reducir el número de clientes potenciales a un puñado). La otra fuente de ingresos es transportar astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS), seguramente el mayor gasto de dinero, a partir de 100.000 millones de dólares y teniendo en cuenta que se ha construido en nombre de la Ciencia.

La razón para este segundo objetivo es también el motivo para pensar que 2011 puede ser, en la historia de los libros del futuro, el año en el que el sueño de los “cadetes espaciales”, finalmente, murió. Es el año que marca el fin del programa de transbordadores espaciales estadounidenses, cuya última misión será lanzada, previsiblemente, el próximo 8 de julio. Los transbordadores se suponía que eran vehículos reutilizables, con la misión de poner a los astronautas en órbita. En cambio, no han dado más que problemas. En dos ocasiones ha fallecido su tripulación a bordo. Si esto se hubiera concebido como el vehículo experimental que en realidad es, éste no habría sido un motivo particular de preocupación; los pilotos de prueba mueren continuamente. Pero lo que se pretendía era mantener los transbordadores como naves de uso diario. El término técnico utilizado por la NASA, “Sistema de transporte Espacial”, lo dice todo.

Sin embargo, el programa de transbordadores ya ha finalizado. La ISS tendrá que ser “desorbitada”, según la jerga coloquial, en el año 2020. Una vez que esto suceda, el juego habrá acabado. No hay ganas de volver a la Luna y mucho menos de alcanzar Marte, El Dorado de la exploración espacial. La tecnología podría llegar allí, pero la pasión ha desaparecido, al menos en las potencias espaciales tradicionales: Estados Unidos y Rusia.

La esperanza de los “cadetes espaciales” es China, que podría coger el testigo. Sin duda, esta potencia desea, al igual que el presidente John Kenedy hace 50 años, enviar gente a la superficie lunar y traerlos sanos y salvos a la Tierra. Pero la fecha para lograrlo parece elástica. Aún no hay nada sobre esta ambición de Kennedy “al final de la época” de los anuncios por parte de Pekín. Además, incluso si China tuviera éxito y alcanzara el logro estadounidense, se tendría que enfrentar a una pregunta: ¿Y ahora qué? Lo más probable es que el gobierno chino, como hizo Richard Nixon en 1972, diga “trabajo hecho” y acabe con todo el tinglado.

Sin dinero no hay Buck Rogers

Con suerte, la exploración robótica del sistema solar continuará. Pero incluso allí existe el riego de que los rendimientos sean decrecientes. Cada planeta ya ha sido visitado y se ha aterrizado en la superficie sólida de cada uno de ellos. Asteroides, lunas y cometas se han añadido al “álbum de sellos”. A menos que haya vida en Marte, o en algún otro lugar todavía más inesperado, el interés público en todo este asunto es probable que vaya desapareciendo. Y es el público el que paga por todo.

El futuro, entonces, se ve limitado por el nuevo límite exterior del planeta Tierra: la órbita geoestacionaria. Dentro de ella, el zumbido de la actividad continuará creciendo y llenando el vacío. Esta parte del espacio será dominada por la Humanidad, al igual que la especie dominó muchos desiertos en el pasado. Fuera de ella, sin embargo, el Vacío permanecerá vacío. Puede que haya incursiones ocasionales, así como los hombres dejan a veces acurrucadas sus bases de investigación en la Antártida para hundirse brevemente en la capa de hielo antes de regresar de nuevo al calor, la comida y la compañía de la base. Pero los sueños de la Humanidad acerca de un futuro más allá de esa frontera ya se han desvanecido en gran parte.

http://www.economist.com/node/18897425

(traducción: infoespacial.com)



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