Decenas de miles de satélites giran alrededor de nuestro planeta. No todos los hacen, afortunadamente, en la misma órbita, es decir, a la misma altitud con respecto a la superficie de la Tierra. Existen tres clases de órbitas espaciales: LEO, MEO y GEO y cada una de ellas posee una eficacia distinta a tenor de la aplicación y las necesidades específicas de cada servicio.
La órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés), situada entre 160 kilómetros y 2.000 kilómetros de altitud, destaca por su baja latencia y alta velocidad y resulta ideal para comunicaciones en tiempo real, mientras que la órbita geoestacionaria (GEO), a 35.786 kilómetros sobre la línea ecuatorial, ofrece cobertura global y costes más eficientes para servicios como la televisión. La órbita terrestre media (MEO) -entre los 2.000 kilómetros y lo 35.786- se sitúa entre ambas en términos de latencia y cobertura.
La latencia se mide en milisegundos (ms) y representa el tiempo que tarda un paquete de datos en viajar desde un dispositivo (cliente) a un servidor y viceversa. En LEO la latencia puede ser de 50 ms frente a los 600 ms de GEO, es decir ya cerca del segundo.
Las satélites LEO y MEO no son geoestacionarios, esto es, se mueven a distinta velocidad con respecto a nuestro planeta, a diferencia de GEO, que sí lo hace, lo que determina que su posición en relación a la Tierra sea fija y "estacionaria".
La tendencia actual apunta hacia las constelaciones satelitales multiórbita, que combinan las ventajas de las diferentes órbitas para adaptarse a una variedad de necesidades.